sábado, 20 de septiembre de 2014

QUITEMOS EL YUGO...





Hoy en día ser madre no tiene un solo camino ni un único día a día. Cada vez son más las mujeres y familias que eligen opciones diferentes a través de las que vivir la maternidad desde el embarazo, o incluso antes, hasta la crianza.


La información de la que disponemos gracias a las redes virtuales ha tenido mucho que ver en todo esto, evidentemente. Y su importancia radica en que no sólo es información, sino que supone caminos que explorar, visiones que antes no teníamos sobre la maternidad y muchas otras aportaciones que podemos aprovechar en la medida que nos encajen. Y, conociéndolas, sabiendo de su existencia, podemos elegir si deseamos saber más, si queremos explorar para hacerlas nuestras en las partes que se adapten a cada uno de nosotros y nuestras realidades y necesidades.

Así, se han extendido las muestras de estudios y evidencias acerca de muchas prácticas obsoletas e incluso médicamente desaconsejadas por parte de algunos sanitarios, se ha abierto la puerta a la expresión de las necesidades de las mujeres y de los bebés, de las opciones para vivir de otro modo el embarazo, el parto, posparto, lactancia, crianza… Toda la maternidad supone ahora un crisol de opciones que enriquece la experiencia porque le aporta mil puertas entre las que elegir a la hora de vivir y sentir esta etapa vital… ¿o no?


En respuesta a toda esta apertura informativa mucho más heterogénea, muchos de los defensores de la escuela más controladora e intervencionista de la maternidad han recrudecido su actitud, haciendo de ello casi un life motive y tratando de discutir lo indiscutible desde el siempre efectivo lenguaje del miedo. Pero también desde el otro lado, desde el espacio en el que lo único que pretendíamos era dar información y libertad de decisión a las madres y familias para que sintieran y vivieran su proceso como personal y único parece que ha surgido un control férreo sobre las prácticas maternales, llegando al punto de considerarlas directamente como positivas o negativas. Convirtiéndonos en fiscales, jueces y ejecutores cuando una madre sale de ese camino que las nuevas evidencias indican que es el positivo para su bebé, convirtiéndonos en un sistema de control en el que con demasiada frecuencia encuentro muy pocas diferencias con el anterior.


Desde el lado en el que pretendíamos devolver el poder a las madres, a las familias, para que sintieran que podían decidir y no hacer sólo lo que les indicaba la mayoría de la sociedad o determinados profesionales que obviaban evidencias claras de que había otros caminos, ahora parecemos querer esclavizar a esas mujeres, a esas familias. Recordándoles lo malas madres que son si se dejan poner una epidural o hacer una cesárea, mostrándoles lo nefastas que son si deciden no dar teta a sus bebés hasta que ellos decidan destetarse, informándoles de lo horribles que son si llevan a sus hijos a escuelas infantiles en sus primeros años de vida o integrarles en “el cole” desde los 4 años… Si deciden no dormir con sus bebés (no colechar) son malos, si deciden llevar a sus bebés en carrito (no portear) son malos… Y utilizando de nuevo el lenguaje del miedo, eso sí, con asombrosa habilidad y "camuflado" entre palabras amorosas y términos que casi se han hecho bandera de este modo de entender la maternidad como respeto, consciencia, libertad o empoderamiento.


Y el mayor agravante para mi en esta actitud es el hecho de que toda esta corriente, este espacio imparable y que algunos vivimos como muy hermoso, se creó precisamente porque esto: esta esclavitud, esta forma de obligar a las madres y familias a hacer las cosas de un modo concreto infantilizando a las madres, tratándolas con condescendencia y utilizando el lenguaje del miedo (“si esto no se hace así, tu bebé podría no llegar bien”) era algo que sentíamos que estaba mal.

Sentíamos que se sesgaba la información en la maternidad, que se dejaban de lado informaciones intencionadamente para dirigir a las madres a un modelo concreto, a un “protocolo”. Sentíamos que se las presionaba constantemente con la amenaza de la salud de su bebé. Sentíamos que se las trataba como si fueran niños que no supieran lo que hacían… Y ahora, ¿qué se está haciendo desde el lado de la libertad que hemos creado?


¿De verdad estamos ofreciendo espacio para la libertad de decisión?¿Realmente estamos respetando el que las mujeres y familias decidan hacer cosas que pueden contradecir la evidencia científica por sus propios motivos personales, de forma consciente?¿Estamos respetando a quienes deciden caminos anteriores a toda esta corriente de no intervención, apego y consciencia o les estamos tratando como si no supieran lo que hacen?

¿Estamos liberando realmente o simplemente cambiamos el yugo? Porque, por mucho que se utilicen palabras como libertad, consciencia, respeto, escucha de las necesidades, empoderar y otras muchas que ahora quedan muy bien si las usamos, de nada sirven si no van acompañadas de un respeto real desde la consciencia real. La consciencia de que una madre puede saber que lo mejor fisiológicamente y emocionalmente para su bebé y para ella en teoría es un parto sin intervenciones, pero puede decidir algo diferente porque realmente haya algo que la mueva a hacerlo. Algo personal, algo suyo que para decir que la respetamos, hemos de respetar.


Ofrezcamos espacio… Un espacio más… No un yugo más.
Bea Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad,
especializada en duelo y nuevos caminos maternales.
Telf: 600218964

No hay comentarios:

Publicar un comentario