martes, 16 de septiembre de 2014

QUE NO TE IMPIDAN RECORDAR...

Cuando veo vídeos, fotos, relatos y recuerdos de partos siempre tiendo a pensar que han sido agradables, y por ese motivo las mujeres y las parejas los guardan celosamente en lugares donde no se puedan dañar y los muestran a todas sus personas cercanas para que compartan la alegría de esos recuerdos y vivan un poco de su felicidad. Quizás sea un pensamiento muy utópico y en ocasiones los recuerdos se guarden y se muestren simplemente porque es lo que hace todo el mundo... Pero en ocasiones yo soy así, algo idealista.

Podríamos pensar que todos los partos están repletos de recuerdos felices y que, lógicamente, todas las madres y padres quieren revivir cada instante a través de ellos. Pero en ocasiones esto no es así. A veces una mujer decide de alguna forma, consciente o no, borrar todo recuerdo de la llegada al mundo de su bebé. Simplemente porque no siempre este momento ha sido vivido como agradable. No siempre es algo sentido como natural, feliz y cargado de emociones que nos hacen desear recordarlo y revivirlo más intensamente que cualquier otra cosa que haya sucedido en nuestra vida.


Imagen por www.pamperedbirth.com
Con cierta frecuencia (demasiada para lo que al menos yo encuentro deseable o razonable en una
sociedad en la que disponemos de la información y los medios para comprender y atender la importancia de la maternidad) conozco mujeres que han vivido su parto como una agresión, como un momento de tensión, de abuso del tipo que sea, de miedo por sí mismas y por su bebé, de violencia verbal o física que se ha quedado grabada en su interior y que se siente como una bomba de relojería que en algún momento que no se puede determinar con exactitud estallará rompiendo en pedazos la frágil calma en la que esa madre y esa familia hayan vivido hasta entonces su experiencia maternal y de posparto.

Como casi todo lo negativo que nos ocurre, esta sensación violenta suele llegar acompañada de una gran cantidad de personas que, con la intención de contribuir a que la mujer se sienta mejor pero con muy poco conocimiento o consciencia de lo que puede estar sintiendo o necesitando, intentan hacer mirar a la mujer para otro lado para que "olvide" lo malo y mire lo bueno, que las reprenden si se quejan, que las presionan para que dejen de hablar del tema y las culpabilizan por sentirse como se sienten cuando tienen en sus brazos a un bebé sano y ellas mismas están "sanas" (y entrecomillo la palabra "sanas" porque la salud es mucho más que salud física, y quizás eso es lo que no se valora al intentar "animar" a estas mujeres) Así, muchas mujeres comienzan a enterrar sus emociones, a luchar contra ellas, negarse sus emociones y a autoconvencerse de que lo que ha pasado es normal y que las que son extrañas y buscan “cinco pies al gato” son ellas. Que todo es fruto de las hormonas, que las vuelven locas.


Del mismo modo que ocurre con otras muchas cuestiones de la maternidad, la vivencia del parto es manipulada en muchas ocasiones por el entorno sin intención alguna de intervenir negativamente, pero de forma constante hasta hacer creer a la mujer que todo ha estado bien y que las hormonas del posparto (esas malvadas compañeras) han decidido jugarle una mala pasada junto con todos esos "pájaros en la cabeza" y "caprichos" que ha leido en extraños libros, escuchado de profesionales o madres que no saben de lo que hablan porque no siguen la corriente "normalizada" o que simplemente se le han ocurrido a ella porque había algo que le decía que necesitaba cosas diferentes a las que se le ofrecían por parte de la mayor parte de quienes le hablaban.

Una vez escuché a una mujer que le decía a otra que se quejaba de su parto: “lo que tienes que hacer es pintarte, salir a la calle y pasártelo bien por ahí con tu marido como de solteros. Déjale el niño a tu madre y vete por ahí”. La cara de la mujer que recibía el consejo era todo un poema… No sólo su vivencia de parto no era válida, sino que además lo estaba haciendo mal porque ni se le pasaba por la cabeza pintarse o salir por ahí para sentirse mejor, sino que estaba con su bebé de 2 meses en el pecho, despeinada y sin siquiera una mísera crema hidratante que llevarse a la cara. Y, por supuesto, ni se había planteado pasárselo bien con su marido "como de solteros". Quizás porque esta mujer que recibía el consejo era muy consciente de que ya no era esa etapa anterior, sino otra para ella. Con otras formas de vivir, disfrutar y, claro está, con otras necesidades y prioridades para ella en ese momento. Y una de esas prioridades para ella parecía ser "solucionar" lo que encontraba mal en cómo sentía su vivencia de parto, mientras que la consejera consideraba el parto como algo sin importancia o no encontraba el "problema" en lo sucedido en ese parto, no lo encontraba "malo".


Y aquí es donde yo me pregunto: ¿quienes somos el resto de las personas de este mundo para juzgar si el parto de una mujer ha sido bueno o malo?¿quienes somos nosotros para darle o no "permiso" para sentirse mal?¿con qué derecho decidimos si puede o no quejarse por cómo se ha sentido en su encuentro con su bebé? Aunque hayamos estado presentes incluso y recordemos exactamente las palabras que se le dirigieron a esa mujer durante el parto, las acciones que se llevaron a cabo o las palabras que ella pronunció y las sensaciones que todo ello nos produjo, ¿podemos estar seguros de que su vivencia ha sido la misma que la nuestra? Claro que no... porque no es nuestra, sino exclusivamente suya.

Hace un tiempo leí un estudio que afirmaba que el hecho de que dos personas estén en el mismo lugar cuando sucede algo no implica en absoluto que vean lo ocurrido del mismo modo y que de hecho que "vean" cosas diferentes en el mismo hecho es absolutamente normal debido a cómo nuestros cerebros procesan esa información que reciben. Entonces, ¿cómo podemos creernos en el derecho de juzgar cómo ha vivido una mujer su parto, que es la experiencia más intensa, personal e íntima, emocionalmente al menos, que seguramente tendrá jamás?

Evidentemente, hablando de condiciones “ideales” o favorecedoras de un parto fisiológico podemos decir si cada parto se acerca a ello o no ¿Pero son las emociones así de objetivas? Claro que no. Y las vivencias que se extraen de cada situación vital tampoco lo son. Por eso en ocasiones un parto hospitalario con excesiva intervención resulta traumático y en otras ocasiones no lo es. Y no comprender y respetar esto es no conocer nada de la maternidad y de todo lo que implica su vivencia.


Mamá y Laura, un mes más tarde de su nacimiento
A todas las mujeres nos gustaría tener algo hermoso en nuestra memoria, en nuestros cajones o estanterías de casa, algo bello para recordar de nuestro parto. Pero en ocasiones cerramos con llave la caja de los recuerdos porque nos cuesta demasiado mirar dentro y parece que nadie podrá ayudarnos a girar esa llave, que nadie nos apoyará mientras lo hacemos. Sin embargo, hay muchas mujeres que lo acaban haciendo, que acaban necesitando sacar la llave y abrir la caja. Aunque nunca se sabe cuando llegará ese momento exactamente, casi con total seguridad llega.

Así nos encontramos en muchas ocasiones las Doulas a las mujeres que acompañamos en el posparto. A veces sin ser conscientes de todo lo que hay en esa caja cerrada con llave, pero con un impulso irrefrenable de abrirla para sacar los recuerdos y rebuscar entre ellos, para ordenarlos, encajarlos, afrontarlos y vivir con ellos, y no a pesar de ellos. Y así las acompañamos en la decisión de abrir o no la caja, de digerir o no lo ocurrido y, si lo desean y consiguen encontrarlo, de conseguir ese ansiado recuerdo que desean tener.

Porque toda mujer debería tener algo para recordar de sus partos y nadie tiene derecho a quitárselo o a evitar que lo consiga encontrar...




Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad, 
especializada en Duelo y nuevos caminos maternales.
Telf: 600218964

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